Astrónomos plantean posibilidad de que exista un agujero negro en nuestro sistema solar

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Durante décadas se ha especulado acerca de un planeta oculto más allá de Neptuno, que explicaría la alteración orbital que se ha podido constatar en este rincón de la Vía Láctea. Ahora, el debate se enciende con la teoría de dos astrofísicos que señalan que podría tratarse de un agujero negro situado –tan solo- a unos cuatro mil millones de kilómetros de la Tierra.

Lo primero que pensaron los astrónomos es que podría tratarse de algún planeta desconocido cuya gravedad está afectando las órbitas de todos estos cuerpos, pero a esta teoría se suma lo propuesto por recientes estudios, que sugieren que podría tratarse de otros fenómenos capaces de ejercer una fuerza similar. Una investigación dada a conocer por científicos de las universidades de Durham e Illinois, sugiere ahora que podría tratarse de un tipo de agujero negro conocido como “primordial”, que no se formó debido al colapso gravitatorio de una estrella sino a la extrema densidad del Universo al inicio de su expansión.

Planeta 9

La historia de esta búsqueda, casi ciega, no es nueva y hay que remontarse un par de siglos al pasado. Ya a mediados del siglo XIX, los astrónomos no lograban explicarse por qué Urano presentaba desviaciones en su órbita que no calzaban con lo establecido en la Ley de Gravitación Universal de Isaac Newton. “La respuesta la encontró el matemático francés Urbain Le Verrier en 1846, quien descubrió Neptuno, y pudo explicar que la gravedad de ese planeta era lo que estaba afectando la órbita de Urano”, explica el doctor Nelson Padilla, académico del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, e investigador del Centro Basal CATA, apoyado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo.

Pero el problema no terminó ahí. Seguían hallándose órbitas extrañas en los cuerpos más allá de Neptuno. En 1906 el investigador Percival Lowell planteó la existencia del “Planeta X”, un hipotético cuerpo celeste cuya eventual existencia en los confines del sistema solar fue motivo de debate académico y búsqueda por medio de instrumentos astronómicos, entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Nunca se encontró, pero esta búsqueda condujo al hallazgo de Plutón en 1930.

En las décadas siguientes éste fue considerado un planeta, hasta que recientemente perdió dicho título. El debate sobre la existencia de un planeta desconocido regresó en 2016, cuando expertos del Instituto de Tecnología de California sugirieron –una vez más- la existencia de otro planeta en nuestro sistema solar. Los astrónomos señalaron que la gravedad ejercida por este nuevo astro, que de confirmarse su existencia pasaría a ser el noveno (después de Neptuno), sería la única explicación plausible para entender las trayectorias trans-neptunianas. Nuevamente se abría la posibilidad de encontrar al “Planeta X” o “Planeta 9”.

“Pero su existencia no ha podido ser confirmada”, explica el doctor Padilla. El astrónomo agrega que una parte de la comunidad científica cree que podría tratarse de un planeta errante, “que no se haya formado con la Tierra y el resto de nuestro sistema, sino que haya sido expulsado desde otro sistema estelar, y que luego fue atrapado por la gravedad del Sol”.

Pero su eventual ubicación, masa y distancia respecto al éste hacen que identificarlo sea muy difícil. De acuerdo a las hipótesis de algunos especialistas, su tamaño debiese ser de entre diez y quince veces más grande que nuestro planeta, y podría estar hasta 150.000 millones de kilómetros del Sol, lo que significa que recibe escasa luz, y eso aminora las posibilidades de dar con él considerando las tecnologías existentes.

La nueva hipótesis

Junto a la búsqueda del esquivo Planeta 9 han surgido otras osadas teorías para explicar estas perturbaciones gravitacionales. La más reciente es la propuesta por los astrónomos Jakob Schultz y James Urwin, de las universidades de Durham e Illinois respectivamente, que señalan la posible presencia de un agujero negro tras las variaciones orbitales antes descritas. “Si consideramos que la única evidencia que tenemos es este fenómeno en las trayectorias de los objetos, la idea que proponen no es descabellada, por el simple hecho de que tanto un agujero negro, o un planeta, de igual masa, debiesen producir el mismo fenómeno orbital”, explica el doctor Padilla.

Pero, en caso de que fuese cierto, tendría que ser uno de especiales características. A diferencia de los agujeros negros, que nacen por el colapso de una estrella, los llamados primordiales existirían en el universo desde su comienzo, y se habrían formado inmediatamente después de ocurrido el Big Bang. “La clave es su tamaño”, explica el doctor Padilla.

Según la investigación de los astrofísicos Schultz y Urwin, este agujero -en escala real-, sería así:

Ya sea el Planeta 9 o el agujero negro de la Vía Láctea, en esta búsqueda habría una pequeña diferencia: si se tratara finalmente de lo segundo, “las probabilidades de detección se incrementarían, en términos comparativos, porque la cantidad de masa acumulada que ocurre alrededor de los agujeros negros primordiales tendría una densidad tal que debiese emitir rayos gama. Y eso justamente nos abre la puerta para que, desde Chile, podamos contribuir a dilucidar este dilema espacial, considerando que, durante 2020, se iniciará la construcción del conjunto de telescopios Cherenkov (CTA por sus siglas en inglés) –cuyo objetivo es la detección de este tipo de rayos-, muy cerca del cerro Paranal”, afirma el doctor Padilla del Centro Basal CATA.

fuente : Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo

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